Nos encontramos para recordarnos lo que merecemos

La melodía que acompaña mi proceso en este escrito. Clic en listen to the browser para escuchar aquí.

Fue una ola de ternura, la brisa que embriagó mi alma con dulzura, fue ese, el antídoto que no sabía que añoraba, como la señal que tanto esperaba, tan oportuno, tan abrazador, tan fuerte y al mismo tiempo tan suave, convirtiéndose en una atmósfera de poesía y belleza que traspasó mi cuerpo para sostener mi alma, así fue este amor tan profundo y a la vez tan pasajero, que no esperé y que no pedí al menos en voz alta, porque a nadie le gusta admitir que añora un amor así de profundo, así de bonito, así de sano, así de puro. No lo pedí en voz alta, pero en silencio mi corazón le escribía cartas al universo para solicitar su encuentro. 

Tenía mucho tiempo que no saboreaba la dulzura de un romance tan libre, tan puro, tan inocente, tan auténtico, que casi olvido que existen los milagros, estoy consciente que corro el riesgo de sobre idealizarlo, pero es lo que recuerdo. Ahora es más, me atrevo a decir que no encuentro en mis memorias algo así, quizás otro tipo de experiencias tan profundos y bellas pero este en particular no sentí que fuese un karma a liberar, sino el recordatorio de lo que estoy y me está buscando. Como si de algún pacto de encuentro se hubiese tratado, un chispazo destinado a despertar algo en mí que sin duda no volverá a dormir.

Un encuentro entre dos almas que piensan que no se buscan, que piensan que están completas, hasta que se encuentran. 

Fue la brisa de lo nuevo que me sedujo, un susurro de la promesa del amor, una esperanza hacia el milagro de coincidir en una misma frecuencia, un mismo sentir y una misma atracción que hasta ahora no ha sido fácil de descubrir. Una percepción tan madura sobre la vida, la magia de la entrega del momento, de la fusión de la mente, emoción y cuerpo; y al mismo tiempo, la realidad dura, tajante, tal como es, sin adornos, directa, áspera incluso, pero, es lo que es. 

Nos permitimos ser, sin pensar en nada más que en la eternidad presente. Diferentes idiomas nos desafiaban a destruir las barreras de cualquier obstáculo que impidiera conectarnos, vernos, reconocernos, sentirnos, abriéndonos a la posibilidad de inventar nuevas formas de comunicación, con la mirada, con el pensamiento, la interacción interna con nuestro sentir. Sobraron las palabras, nos faltó aliento, creamos un vórtice con tan poco tiempo, donde nos transportamos hacia un rumbo sin retorno que marcó la pauta de un antes y después. Ambos nos medimos, ¿Qué tanto hemos sanado?, ¿Qué tanto hemos roto los patrones al relacionarnos?, ¿Qué tan abiertos estamos al amor? ¿Qué tan dispuestos estamos de recibir cuidados de un otro sin temer al abandono? ¿Qué tan dispuestos estamos a la entrega, sabiendo que va a terminar de alguna manera? ¿Qué tan dispuestos estamos a recibir cariño tan auténtico sin ponerle juicio, jaulas, condicionamientos ni caprichos, qué tan dispuestos estamos a ofrecer lo mismo? ¿Qué tanto podemos cuidar el uno del otro? Un reflejo del compromiso por nuestro corazón, cada uno en lo individual, llega con esta composición, que nuestra fascinación ha surgido por la atracción de nuestro reflejo. Tu chispa divina llamó mi atención, eres como el rayo del sol y el corazón de un niño, tan libre y hambriento por encontrarse en y con el mundo, tan abierto a conectar y hacer amigos, con intenciones tan puras y soñadoras, con un carisma tan peculiar. Su alma equilibrada, me pareció exquisita que sin titubear quise ser en unidad con su esencia, abrazar esa calidez y sobriedad de la postura de su caminar. 

En definitiva, un viaje que ha dejado la huella de la promesa y al mismo tiempo del recordatorio a mi alma de cómo quiero vivir al otro y cómo quiero vivirme a mí misma, en amor. El recordatorio de cómo quiero y merezco acompañar y ser acompañada. 

Me siento tan bendita y tan afortunada de haber coincidido con una esencia tan preciada como la tuya, porque me has recordado que existen esencias así de puras, de equilibradas entre la fuerza y rudeza, entre la sensibilidad y ternura, así con todo el recuerdo de mi percepción hacia ti, y que soy digna de un amor tan embriagante y al mismo tiempo, tan sobrio como este. 

Pero la próxima vez que conecta así de bonito y así de auténtico con alguien, espero que sea para que se quede y que se quede contigo también.

Merecemos vivir la mezcla de la magia con la sobriedad de una realidad que también le diga que sí, al milagro del encuentro, así de especial y bello, con el potencial de escribir una historia que acompañe el resto de nuestras vidas, al menos de esta vida. Estoy consciente que las probabilidades de reencontrarnos son pocas, mínimas o nulas; pero estoy feliz sabiendo que mereces el universo entero y que lo que buscas, te busca igual, y te complementará igual. Serás feliz tanto como yo, honrando este recuerdo. 

Puede ser que no me sea tan conveniente compartir este tipo de experiencias tan íntimas, pero al mismo tiempo, me tomo este atrevimiento, porque es una forma de honrar justo esta experiencia que detalla tanta autenticidad, así como la promesa de este espacio para mí, para ti, con la intención de desmitificar que la espiritualidad nos hace la vida perfecta o que nos liberamos de lidiar ciertas batallas, o que si vibras alto, siempre te pasarán cosas buenas, es una forma de demostrar que hay milagros en la vida que son pasajeros y que hay un sentido del humor tan bizarro y a la vez tan sabio con este tipo de experiencias donde aparentemente encuentras un tesoro que al poco tiempo tendrás que dejar ir, es de las enseñanzas del verdadero amor que ama libremente y permite ser al otro y permite soltar, y que a uno mismo, le permite seguir su camino, aún amando, aún sintiendo, aún siendo. Dejar ir, a veces es el mayor acto de amor propio y amor al otro. Por que la final, la vida se trata de soltar, dejar morir, dejar en libertad y permitir, seguir su curso natural de transformación. Admitir que cada experiencia llega con una misión y cuando es cumplida esa misión se transforma, se muere, se aleja, así somos las personas, profundas y pasajeras, intensas y efímeras. Es ahí, la belleza de estar viviendo en esta eternidad, que a pesar de que este encuentro haya muerto, su sabor prevalece con la lección de ese recordatorio y ese despertar a mi alma, entonces, una aparte, en realidad nunca muere, porque sigue conmigo, sigue presente, quizás un tiempo más, quizás siempre, quizás nunca más. Quizás para después no existe, solo lo que hay aquí y ahora. El Presente.

Y si mi poesía viviente llegara a leer esto, una vez más gracias, una vez más y otras tantas., con mucho cariño y aprecio…

Cyxe Alva

Caminando Hacia La Tierra Prometida.

Mi Más Sincero y Auténtico Proceso.

LECTURAS DE TAROT ASTROLÓGICO